Educación para salvar vidas
El conocimiento de las normas de tránsito es fundamental desde muy pequeños, pues cumple no solo una labor de prevención, sino también preparan al niño para un mundo en donde la ley está orientada al bienestar común y al cuidado de la salud y la seguridad personal. Así, la Educación Vial se convierte en una pieza fundamental para la formación de ciudadanos solidarios y responsables.
Por Luis E. Quispe Candia*
Educación vial es el proceso mediante el cual desarrollamos diferentes acciones tendientes a conocer indispensablemente el Reglamento Nacional de Tránsito, en el cual están descritas las normas de conducta que deben adoptar los usuarios de la vía y medios de transporte. Para tal efecto, se aplican diversas estrategias pedagógicas, según la edad y nivel académico, para el proceso de toma de conciencia que genere hábitos de seguridad, a fin de prevenir siniestros viales de parte de los peatones o conductores de vehículos. Alcanzar la cultura vial es una conducta habitual de respeto y cortesía a todos los usuarios de la vía, particularmente a los peatones —entre ellos a los niños, adultos mayores y personas con habilidades diferentes— logrando una convivencia pacífica.
El desconocimiento de las normas que regulan el tránsito y transporte, unido a la crisis de valores, en las calles y carreteras de nuestro país, se expresa en una brutal violencia de parte de los conductores que se muestran empoderados frente al timón, sumado al temerario peatón que ignora, igualmente, las normas; pues hacen del espacio común que es la vía pública, una jungla, donde impera la ley del más fuerte.
Hace falta entender que la vía está claramente delimitada y señalizada, la vereda para los peatones y la calzada para los vehículos. Las señales verticales (en pedestales) y horizontales (pintados en la calzada) son ignoradas impunemente.
En los conductores es habitual el cambio intempestivo de carril, adelantar por la derecha, no usar las luces para advertir su maniobra, no ceder el paso a los peatones cuando tienen que girar a la derecha o izquierda, hacer uso y abuso del claxon; conducta que también se advierte en los peatones al invadir la calzada enfrentando la luz roja del semáforo, o al no utilizar el puente peatonal en vías rápidas.
Las infracciones al tránsito están clasificadas en muy graves, graves y leves, con multas pecuniarias y otras medidas. En total, 122 infracciones al conductor y 15 al peatón. La Policía Nacional del Perú asignada a Control de Tránsito en los últimos diez años ha establecido más de siete millones de papeletas. ¿Cuántos han pagado la multa o cumplen las medidas preventivas de suspensión o cancelación de la licencia de conducir? Menos del 40%. Los demás pueden burlar las sanciones “legalmente”, mediante una leguleyada que la Ley 27444, Ley del Procedimiento Administrativo General, permite. Se inicia un procedimiento administrativo con el descargo que la Ley faculta y termina en el Poder Judicial; al cabo de más de cuatro años, prescribe la sanción y la multa. Así se refuerza la conducta negativa, puesto que no hay una sanción real oportuna y drástica.
En ese contexto, la educación vial es indispensable y el Estado tiene la responsabilidad de implementarla con eficiencia y con objetivos claros, pero hasta el presente solo vienen siendo ensayos o han sido medidas paliativas.
Es indispensable tomar en serio la educación vial en todos los sectores de nuestro país, incorporándola en la currícula escolar, para que los estudiantes durante primaria y secundaria conozcan las normas, y al ser adultos, ya sea frente a vehículo particular o un vehículo de transporte público, asuman que por encima de todos los derechos está el derecho a la vida que a todos nos corresponder cuidar con celo. En tanto la educación vial siga relegada en nuestro país, seguirá el caos y muerte.
No esperemos del Estado la educación vial, comencemos por casa. Los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos, hacerles conocer los espacios de la vía, caminando con ellos tomados de la mano, explicarles las señales y la utilidad del semáforo, el significado de sus luces, el respeto por los demás usuarios de la vía pública, siendo ejemplo y referentes. De ser así, estoy convencido de que ellos serán nuestro mejor copiloto cuando nos recuerden: ¡Papá, para…luz roja!
* Presidente de la ONG Luz Ámbar