Muchas veces cuesta aceptar que un hijo pueda tener dificultades para desenvolverse adecuadamente durante su formación escolar, olvidando que una mirada comprensiva contribuye no solo a enfrentar una realidad que se asume como nefasta, sino a eliminar sentimientos de culpa ante una situación inesperada.
En todos los casos más que el fracaso mismo en el colegio, son las reacciones de los padres y la de los profesores ante estas dificultad
es las que tienen un efecto devastador en la personalidad de los chicos, y no exagerando, venimos escuchando todos estos años cómo viven los padres los problemas de sus hijos, cómo la vida toda de la familia se altera; sintiéndose los chicos culpables por todo el desorden que pasamos a describir.
La mayoría de los padres pasan por etapas emocionales similares después de haberse enterado de que sus hijos tienen Problemas de Aprendizaje:
>Sentimiento de conmoción como el de una pérdida: la pérdida del niño perfecto que los padres esperaban.
>Sentimiento de confusión: la maestra debe estar equivocada, se buscan otras opiniones, y seguramente se apegan a la opinión, que les señala que su hijo no tiene nada.
>Etapa de culpabilización mutua: debe ser por tu familia; tú también tuviste problemas en el colegio.
>Irritación, enojo.
>Etapa de aceptación: Los especialistas deben saber que los padres no pueden comprender el problema la primera vez que se les explica; debe considerarse que hay un proceso (no siempre corto) de asimilación del problema. En muchas ocasiones los padres pueden presentar sentimiento de hostilidad, incredulidad ante los exámenes y duda de la capacidad profesional de maestros y psicólogos; todos estos no son sino la expresión de la gran frustración que sienten los padres. Algunos al enterarse del problema del hijo señalan: “Yo también era así y hoy no tengo nada”.
El hecho de tener un hijo con problemas en ocasiones origina una disminución en la autoestima de los padres y consecuentemente los sentimientos de estos hacia sus hijos determinan en mucho las actitudes que los niños con problemas pueden tener hacia el aprendizaje y hacia sí mismos. Se ha demostrado que los niños con Problemas de Aprendizaje son muy sensibles a los estados de ánimo de sus padres; saben cuando sus padres están molestos, defraudados o avergonzados; son además muy conscientes de la frustración y malestar que han ocasionado en sus padres. También se sabe que los niños con Problemas de Aprendizaje son más vulnerables a la tensión y a los problemas familiares.
Cómo es que estos niños no van a percibir la frustración de sus padres si es esta misma frustración la que lleva a decirnos en consulta cosas como estas:
• “Sara, tal vez sea mi culpa”
• “Tengo un hijo brillante y un estúpido”
• “Ya no se qué hacer con él, he pensando en dejarlo, en darlo en adopción”
• “No tengo nada que darle”
• “Me está diciendo que mi hija es retardada”
Pero cómo es que los padres llegan a pronunciar frases así. Es que son los padres los que deben enfrentar que sus hijos no ingresan al mejor colegio que eligieron para él, de pronto el colegio dónde el padre estudió; son los padres que deben firmar matrículas condicionales ya que los maestros cuestionan la permanencia de sus hijos en la escuela.
Finalmente son los padres los que día a día reciben notas recriminatorias de los maestros y los que a diario tienen conflictos en la casa en la hora de tareas. Cada vez más el hijo con problemas opone resistencia a las tareas en casa, señalan que no les gusta escribir, se ponen de pie, desean agua, tienen sueño. Hace poco una madre me comentó que una niña de 2º grado rompió el cuaderno donde tenía que trabajar la tarea. Todo termina en gritos de los padres, llanto del niño, fastidio en los hermanos. La hora de tarea se convierte en casa en un escenario caótico donde no se sabe qué hacer: se amenaza al niño, se le castiga, se le pega, se le ofrecen recompensas y finalmente es común que los padres hagan la tarea por el hijo.
Hace apenas dos semanas entrevisté a una señora madre de una niña de ocho años, quien me refería que levantaba a su hija a las 4:00 a.m. para estudiar cuando tenía exámenes o para terminar la tarea; otros padres de un niño de siete años ya no saben cómo hacer para que haga la tarea; en lo que va del año, nuestro colegio sería su tercer cambio de escuela. La ansiedad, la angustia de estos padres de no saber si nuevamente se están equivocando con su elección, yo sé que no, pero para ellos todo es incierto.
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Sara Mendoza > Directora del Colegio Christa McAuliffe