La coyuntura sanitaria que afecta a todo el país ha requerido de un esfuerzo general para sacar adelante la educación, sobre todo de los más jóvenes, con resultados alentadores, pero también con problemas aún no resueltos.
Tras la llegada de la pandemia de la covid-19 y la prolongada cuarentena, se inician las clases del segundo semestre con bastante más experiencia y con muchos aprendizajes de toda la comunidad educativa, pero también se hacen evidentes las limitaciones e inequidades, un cúmulo de problemas que lamentablemente se traducen en brechas de aprendizaje entre los estudiantes de las ciudades y los de las zonas rurales, privilegiando a los que tienen conectividad y dispositivos para llevar adelante sus clases virtuales. Paralelamente, también hay diferencia en cuanto a la actitud y percepción de los padres de familia sobre la educación virtual.
Luego de trascurridos cuatro meses, se notan los avances aunque de manera heterogénea. Los docentes aprendieron en larguísimas jornadas de preparación de clases, asistiendo simultáneamente a muchos webinarios. Asimismo, la mayoría de estudiantes ha logrado habituarse a este nuevo entorno gracias a su capacidad de adaptación y a su intuición, y empiezan a notar las bondades. Ahora, los padres de familia y la sociedad valoran el esfuerzo de los docentes y, a su vez, los maestros reconocen como aliados indiscutibles a los padres de familia. Una primera conclusión podría ser que durante estos meses se ha avanzado el equivalente a dos o tres años en materia de transformación digital.
Pero no todo es color de rosa. La brecha digital afecta a los estudiantes más pobres, fundamentalmente a los de zonas periféricas de las ciudades y, sobre todo, a los de zonas rurales. Esta triste realidad afecta al 6% de los estudiantes (más de 300 mil niños y jóvenes), que se encuentran en total desventaja.
Brechas de acceso a internet y a los aprendizajes
Las últimas mediciones revelan que Aprendo en casa vía TV y radio tuvo la mayor cobertura; sin embargo, la plataforma virtual es la que satisface mejor a los estudiantes, por lo que se deben dirigir todos los esfuerzos para que la mayoría de ellos, si no todos, accedan a la plataforma virtual, a fin de cerrar la enorme brecha digital y, consecuentemente, de aprendizaje entre los que tienen facilidades de acceso y equipos y quienes no, entre lo urbano y rural. Esta brecha consta de tres componentes: (a) acceso a internet, (b) falta de dispositivos de muchos de los estudiantes, y (c) falta de comprensión y bajo nivel de los padres de familia.
El acceso a internet en hogares de clase media en el ámbito nacional subió de 30% a 60% en los dos últimos años. Los jóvenes de entre 17 y 25 años (universitarios) son los que tienen mayores accesos, seguidos de los de 12 a 16 años (escolares). No obstante, es fuera de casa donde más se accede, mediante cabinas de internet, el centro educativo o el trabajo. Si analizamos los accesos por segmento económico, el segmento A tiene un 97% de acceso, mientras que el segmento E solo 43%. Si hacemos lo propio por zonas geográficas, tenemos que en la ciudad de Lima el 91% tiene acceso, mientras que en las otras ciudades del país el acceso es del 77% y en las zonas rurales solo el 37%. Estos datos revelan la enorme brecha digital que existe para quienes viven fuera de las ciudades, que, con las condiciones actuales, se traduce en una brecha de aprendizajes.
La falta de suficientes dispositivos como computadores desktop, portátiles laptop, notebook, tablets, smartphones o teléfonos inteligentes es otro problema que enfrenta la educación digital. En las familias de clase media, la mayor dificultad es que no tienen suficientes equipos para todos los integrantes, quienes deben conectarse simultáneamente tanto para el teletrabajo como para los estudios, por lo que deben turnarse para solucionar este problema. Las clases se deberían adecuar de modo asíncrono, es decir, que los estudiantes puedan tomar clases en cualquier momento del día. Si esto ya es todo un problema, imaginemos lo que será en los sectores más pobres, donde simplemente no cuentan con dispositivos, y en muchos casos, incluso, ni siquiera con televisores ni radios. En medio de esta situación, corroborar que el programa de adquisición y distribución de un millón de tablets que el Minedu venía promoviendo se suspendió y, en consecuencia, tardará bastante más, es muy lamentable y frustrante.
Finalmente, la educación remota considera a los padres de familia como un componente importante de su funcionamiento, pero muchos de ellos no solo son analfabetos digitales, sino que, además, tienen una serie de falencias, empezando por la comprensión lectora, lo cual dificulta su colaboración y apoyo. Todos estos factores, lamentablemente, ponen en seria desventaja a nuestros niños más pobres que viven en zonas rurales. Este es un desafío enorme para el Estado, que debe coordinar entre los diversos sectores para solucionar este tremendo problema, que, de no hacerlo, solo acrecentará la brecha de los aprendizajes. Sabemos bien que el nivel de la educación de nuestros niños, hoy, nos proyecta la productividad del futuro de nuestras regiones.
Percepción de los padres de familia
Trascurrido el primer semestre del año, los padres de familia han transitado por las diversas etapas de la implementación de la educación remota y tienen una mejor idea de lo que significa esta nueva modalidad. Según la investigación de la empresa Datum, la mayoría de ellos está insatisfecha, ya que la consideran de menor calidad. No obstante, hay un pequeño grupo que tiene a esta modalidad como mejor. Otro dato interesante es la buena disposición de la mayoría de padres para ayudar y acompañar a sus hijos en el proceso de aprendizaje.
Consultados sobre la calidad educativa de la educación virtual, un 66% considera que sus hijos aprenden menos, el 24% considera que aprende igual, mientras que un 10% señala que sus hijos aprenden más con esta modalidad. En cuanto a la cantidad de tareas que les dejan, para el 53% tienen más, para el 25% es la misma cantidad, mientras que para un 22% hay menos tareas. Finalmente, un dato muy interesante es que un 63% disfruta de apoyar a sus hijos en las tareas escolares, mientras que para el 26% es una carga (porcentaje que coincide con personas que realizan teletrabajo) y para un 11% les resulta indiferente.
Educación privada
La educación privada pasa por uno de sus momentos más críticos, debido a la crisis económica que golpea a la clase media e, incluso, a la de mayor adquisición, lo que ha generado problemas de pago y morosidad a pesar de que más del 90% de colegios han rebajado sus pensiones en alguna medida. A la fecha, más de medio millón de estudiantes, es decir, casi un 30%, han sido cambiados de colegio a otro de menor costo y 110 mil de ellos han llegado a colegios públicos, según el informe del Ministerio de Educación. Muchos padres optaron por el home school, desertando masivamente de los centros de educación inicial, lo que generó el cierre del 80% de nidos. Según la Asociación de Colegios Privados de Lima (Acopril), unos 2000 colegios habrían dejado de operar, mientras que otros 3000 se encuentran en riesgo de no poder continuar el próximo año.
Esta situación se ve agravada debido a que la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso de la República, en su afán de apoyar a los padres de familia afectados por esta crisis, viene elaborado proyectos que tienen como finalidad la disminución de pensiones escolares. Para ello, han aprobado dictámenes que impedirían a los colegios trasladar a las pensiones sus costos como la depreciación de bienes, servicios básicos, seguridad y vigilancia, equipamiento, infraestructura, publicidad, seguros, costos por retiro de estudiantes, o de morosidad, impuestos prediales y arbitrios y ningún servicio que no esté vinculado estrictamente a la educación remota. El problema es que estas iniciativas ponen en grave riesgo la sostenibilidad de los colegios privados en el ámbito nacional, y de aprobarse en el Pleno y convertirse en ley, la cifra de cierre de colegios sería catastrófica.
Este cierre masivo de colegios privados podría generar un gran problema, dejando sin trabajo a miles de trabajadores entre docentes, auxiliares y personal administrativo, pero, al mismo tiempo, un enorme incremento en estudiantes en la escuela pública, que no se dará abasto para albergar a tantos estudiantes, pues con los 110 mil trasladados ya tienen un tremendo reto; considerando, además, que la inversión per cápita por cada estudiante por parte del Estado es del orden de los US$ 1100 anuales. El Ministerio de Educación e Indecopi se han pronunciado sobre que dichos dictámenes son inviables, porque claramente tales iniciativas muestran un desconocimiento del funcionamiento del sector educativo por parte de los congresistas, y, de prosperar, en lugar de ayudar ocasionarán un caos general.